LA UNIDAD DE LA
IZQUIERDA
PUEBLO UNIDO saluda la
importante y esperanzadora reunión de la izquierda peruana que se realizará en
Huancayo el próximo 26. Significativo y valioso como gesto de aproximación de
las principales formaciones políticas de izquierda, el evento nos hace tomar
conciencia del largo y complejo camino a recorrer para que la unidad pueda por
fin plasmarse.
Se trata de una unificación sin exclusiones, que solo exige
el compromiso con un programa y una ejecutoria de limpieza y transparencia
política. Los que no quieran sumarse, poniéndose de espaldas a las exigencias
del pueblo, lo harán por su exclusiva responsabilidad. El 26 será el punto de
partida.
La unidad requiere un trabajo inmenso, largo, intenso. Exige
seriedad en los compromisos y la palabra empeñada. Nada de demagogia ni de
poses para las graderías. Tener la madurez para poner por delante lo que une y
saber procesar las diferencias, capacidad de mantener juntos los hilos, de
verificarlos continuamente, realizando acciones unitarias que cimienten los
vínculos desde abajo y no solamente en las alturas. Las formas del estar juntos
nacen del hacer y el rehacer e irán cimentando un espíritu común y una
identidad colectiva que no niega ni oculta las diferencias.
SIN
UNIDAD NO HAY ALTERNATIVA
Los procesos políticos de elección nacional (2016) y
regional (2018) nos encontraron, como izquierda, insuficientemente preparados
para afrontar los retos, para encarnar la alternativa que reclaman las masas
trabajadoras. No vamos a evaluar aquí lo que pasó en cada elección, ni después,
pero sí corresponde señalar que no hemos estado ni estamos a la altura de la
magnitud de los desafíos.
La profunda crisis institucional y moral que vive hoy el
Perú, no es sólo una crisis política de la burguesía en el poder, sino la crisis del sistema en su
conjunto. Esta crisis nos encuentra dispersos, débiles, atados a posiciones
inmediatistas y sin capacidad histórica. No basta decir “nueva Constitución”,
se necesita desarrollar la capacidad de organización y autogestión desde los
territorios y las bases, que haga posible un proceso constituyente revolucionario
y de masas.
Además de avanzar en las bases programáticas de la unidad de
la izquierda, tienen que irse fijando los mecanismos de participación
democrática del pueblo, tanto en la
determinación del rumbo como en la elección de sus representantes para los
cargos de elección popular. Hay que abrir los canales para que las aspiraciones
de militantes y colectividades se expresen y puedan exponer sus puntos de vista
y disputar el respaldo de las bases izquierdistas.
La fragmentación y la atomización instalan la impotencia y
el desánimo. La sociedad se retroalimenta con la política. Impulsar procesos
sociales contribuirá al desarrollo político, y este a su vez puede y debe
ayudar a fortalecer la organización social. Una falsa dicotomía solo retrasa la
construcción de un poderoso bloque político-social capaz de construir hegemonía.
La izquierda no debe fantasear más con que basta ofrecer el
espectáculo de una confrontación de ideas en TV y en los grandes medios. Hay
que vivir los procesos en los
territorios y en los diversos sectores sociales, recogiendo sus
reivindicaciones, escuchando sus demandas y ayudándolos a fortalecer su organización
autónoma y autogestionaria.
No hay que esperar ganar las elecciones para enfrentar la
ofensiva del Estado y los patrones contra los trabajadores y el pueblo. La
izquierda debe estar con los explotados y oprimidos, ser parte de sus luchas y
acompañarlos decididamente a la victoria. Si bien es cierto que las demandas democráticas
son, por su propio carácter, más amplias, las reivindicaciones laborales y las
luchas de las comunidades por la defensa de sus territorios frente a la
voracidad de las grandes corporaciones, deben estar en el centro de la agenda
de la izquierda, y tienen que ser uno de los espacios donde se construya la
unidad y el arraigo indispensable para ganar una elección y luego sostener el
triunfo.
LAS
PERSPECTIVAS PARA 2021
Tal como se presenta el panorama, tres grandes corrientes se
enfrentarán en los siguientes tiempos y podrían disputar las elecciones del
2021: 1) La derecha política tradicional
y neoliberal en lo económico (Vizcarra, Guzmán y Acción Popular ocupan este
espacio); 2) El populismo de derechas, el espacio antes ocupado por el
fujimorismo hoy en crisis, representado por algún otro personaje, un Bolsonaro peruano, que pueda encarnar la
alianza militar-evangélica; y 3) La convergencia de la izquierda, que tiene
como figura política mejor posicionada a Verónika Mendoza.
Con el liderazgo de tres gobiernos regionales y con redes de
activistas y organizaciones sociales a nivel nacional, la izquierda peruana se
puede conformar en un formidable ejército para las próximas batallas políticas,
a condición de que haya decisiones certeras y oportunas. Estamos en el límite
del tiempo.
La izquierda tiene que organizarse, definir un buen plan de
gobierno y prepararse cuidadosamente para una campaña que sin duda alguna será
feroz, con guerra sucia y fakenews, y
donde el conservadurismo ideológico sacará a relucir lo peor de su repertorio,
echando mano de los políticos lumpen del corrupto sistema político peruano.
Mantengamos
en alto las convicciones del gran precursor de la revolución peruana Luis de la Puente Uceda cuando reclamaba
que había de hacer de la política un apostolado y una pedagogía:
“Es necesario que tengamos
fe en el pueblo y que tengamos fe en la revolución. Es posible que
cuantitativamente se piense que la izquierda es pequeña, pero eso no es cierto,
porque los oprimidos y los explotados son la mayoría y cuando el proceso revolucionario
se ponga en marcha, esas masas oprimidas se sacudirán del engaño y la mentira;
quitarán sus hombros a los ídolos de barro y unidas hundirán para siempre a sus
tradicionales opresores.”
Comité
Ejecutivo Nacional
Partido Pueblo Unido