LA INTERVENCIÓN IMPERIALISTA
Y LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE
EN VENEZUELA
Ante la gravedad de la situación que vive nuestro
Continente y la arremetida imperialista
contra el legítimo gobierno de Venezuela, el PARTIDO PUEBLO UNIDO hace un
enérgico llamado a la movilización de todas las fuerzas progresistas, democráticas
y de izquierda de nuestro país, para enfrentar decididamente los planes de la
CIA, el Pentágono y la derecha internacional, en defensa de los derechos del
pueblo del Libertador Bolívar y los pueblos latinoamericanos.
AVANCES DE LA
IZQUIERDA EN LA REGIÓN
América
Latina ha vivido, desde fines de la década de los 90, tras el fracaso de los
gobiernos neoliberales, un inédito proceso de avance. El siglo XXI comenzó en
el continente con un claro predominio de gobiernos progresistas y de izquierda,
con logros sustanciales en la mejora de las condiciones de vida de nuestros
pueblos, comprobados por Naciones Unidas y los organismos internacionales de
desarrollo. Se lograron avances sustanciales en los procesos de integración
regional y en la creación de una nueva institucionalidad continental (UNASUR,
CELALC). América Latina avanzó históricamente en estos últimos 15 años en la
afirmación de su independencia y en su unidad hacia el futuro.
LA OFENSIVA IMPERIALISTA
CON TRUMP
Los
avances de las fuerzas progresistas del continente son vistos como un peligro
por el imperialismo norteamericano, que cuenta con ingentes recursos
económicos, militares, diplomáticos (como la OEA), el control de los grandes
medios de comunicación y poderosos aliados en la derecha latinoamericana.
El
gobierno norteamericano ha desplegado una violenta ofensiva política y militar para
repotenciar su dominación. Aprovecha la caída de los precios de las materias
primas y los errores de los gobiernos progresistas y de izquierda al no
modificar la matriz productiva exportadora de materias primas y los escándalos
de corrupción que han salpicado también a sectores de izquierda. Su interés
estratégico es el control del mercado latinoamericano y de las grandes reservas de materias
primas, agua, bosques y biodiversidad en
nuestros territorios. Con el presidente Donald Trump esta política agresiva se ha
intensificado.
En
diciembre de 2015, la derecha tradicional ganó las elecciones en Argentina, al
concluir el período de Cristina Kirchner, con Mauricio Macri, heredero del clan
que se enriqueció con la dictadura militar. El
gobierno macrista viene aplicando una feroz ofensiva neoliberal que
favorece a las grandes fortunas y recorta los derechos de los trabajadores y el
pueblo.
En
Brasil, la principal economía del continente, hace un año la derecha corrupta logró destituir a la presidenta Dilma Rousseff
mediante un escandaloso golpe seudo-legal. El actual presidente Michel Temer no
cuenta con respaldo popular y está sometido a reiterados procesos penales por
corrupción. Los trabajadores han protagonizado la primera huelga general contra
este gobierno antilaboral y el pueblo brasileño se moviliza masivamente en las
calles.
De
esta forma, el mapa político latinoamericano ha cambiado drásticamente, con
cambios hacia la derecha proimperialista. En este proceso juega también un
siniestro papel el presidente Kuczinsky, uno de los primeros en alinearse con
Trump y en sumarse al cerco contra Venezuela, incluso en el plano militar.
AGRESIÓN EN MARCHA
Estados
Unidos desde el gobierno de Hugo Chávez viene atacando a Venezuela con todos
los medios a su alcance. Esto no es extraño en Latinoamérica: todos los gobiernos
revolucionarios o progresistas que han asumido políticas favorables a los
trabajadores y a las mayorías populares, han sido objeto de intervenciones
imperialistas, entre ellas Chile y Venezuela (1948), Guatemala (1954), Cuba
(1961), República Dominicana (1963), Brasil (1964), Uruguay (1969), Chile
(1973), Nicaragua (desde 1980, la guerra de los “contras” contra el gobierno
revolucionario sandinista), Panamá (1989) y otras. La única derrota imperialista
fue en Cuba.
La
intervención norteamericana en Venezuela se agudiza en la medida que los gobiernos
de países importantes de la región, como Brasil y Argentina, se han pasado al
campo imperialista. La intervención va de la mano con la baja del precio del
petróleo, que debilita la economía, y el sabotaje en la distribución de
alimentos y artículos de primera necesidad, por parte de la “boli-burguesía”. No
se trata de protestas “democráticas” de la oposición política al gobierno, es
un plan sistemático con acciones violentas de grupos armados, que cuentan con
recursos económicos y militares, que apuntan a provocar la intervención militar
yanqui con apoyo de la OEA y gobiernos
de la región. Para comprobarlo basta leer el documento “Operación Freedom 2”,
del Comando Sur del Ejército norteamericano, firmado por el Alm. Kurt Tidd
(25/02/2016).
Los
imperialistas tratan de derrocar con esta intervención a un gobierno elegido
por voto popular y que se mantiene dentro del mandato constitucional. De tener
éxito, la correlación de fuerzas políticas en el continente pasaría a ser extremadamente
favorable a la dominación yanqui. Peor aún, la extrema derecha busca destruir
al chavismo como fuerza política en Venezuela y aniquilar la influencia del pensamiento
bolivariano en el continente y en el mundo.
EN JUEGO NUESTRO DESTINO
Para
los trabajadores y el pueblo peruano, esta descarada intervención imperialista
es un grave peligro. Busca imponer por la fuerza una hegemonía reaccionaria en
la región, la que impediría por muchos años un gobierno de izquierda y un
proceso de cambios en nuestro país. Y también podría provocar un enfrentamiento
bélico regional con altísimos costos humanos y materiales.
El
gobierno de PPK ha optado por convertirse en servil peón de la intervención yanqui
en Venezuela, en un vano intento de ganar los favores del gobierno de Donald
Trump. Acaba de convocar una reunión de cancilleres de la región con el
manifiesto propósito de promover el aislamiento de Venezuela y facilitar los
planes de agresión imperialista.
Es
un gravísimo error que, en estas circunstancias, algunos políticos e incluso parlamentarios
que se dicen de izquierda, se sumen al coro contra el gobierno legítimo de Venezuela
y apoyen la intervención en nombre de una supuesta defensa de la democracia y
los derechos humanos. Debemos decirlo con claridad: es de izquierda quién lucha
contra la agresión imperialista. Quién prefiera defender al imperialismo, no
puede ni debe engañar a nadie proclamándose falsamente de izquierda.
LA RESPONSABILIDAD DE
LA ANC
Es
inobjetable que el gobierno y las fuerzas populares y revolucionarias de Venezuela
han logrado una extraordinaria victoria con la elección de la Asamblea Nacional
Constituyente (ANC). Sin embargo, todo indica que la intervención imperialista
continuará y que en los próximos meses arreciarán los ataques de los grupos
terroristas que pugnan por provocar una guerra civil y la abierta intervención
armada de los Estados Unidos y de los países de la región que se suman a su estrategia.
En
este contexto, la ANC ha devenido en un actor determinante. Su fortaleza dependerá
de la legitimidad que logre ante las
masas populares en esta coyuntura crítica, del consenso que alcance por
identificar los asuntos prioritarios y su capacidad de adoptar acuerdos que
mejoren las condiciones de vida de las mayorías.
Es
fundamental que la ANC tenga éxito en defender la economía popular, en profundizar
las conquistas sociales y políticas a favor de los trabajadores y del pueblo,
en combatir la corrupción en el seno de la administración pública y en
desarticular los focos de conflicto que pueden ser explotados por la
contrarrevolución. Su mayor desafío es derrotar la violencia y la guerra
económica, defendiendo la paz, salvaguardando
la soberanía del país y su independencia.
El
imperialismo y la oposición interna buscarán desprestigiar a la ANC y vaciarla
de contenido. La mentirosa campaña mediática nacional e internacional es una de
sus instrumentos principales. Su objetivo no será otro que desconocer su
autoridad y desvincularla de las masas.
El
presidente Maduro, los dirigentes bolivarianos y el pueblo chavista, junto a las
Fuerzas Armadas, tienen una enorme responsabilidad en esta coyuntura. Sus mejores armas son el prestigio de los líderes
de la ANC, el debate democrático en su seno, la permanente consulta a las bases
populares y los acuerdos con amplio respaldo de las organizaciones de masas y
de las comunas populares.
La
responsabilidad de la ANC es enorme. De su éxito o fracaso dependerá en gran
medida el desenlace estratégico de la presente coyuntura y el futuro de la Revolución Bolivariana, vale
decir del Socialismo del Siglo XXI.
¡Por la Vida, la
Patria y el Socialismo… Construyamos el Poder del Pueblo!